El asalto final

El asalto final

Agis IV, nombrado rey en el año 245, a la edad de 19 años, fue educado en el espíritu de la filosofía estoica y creyó posible regenerar la comunidad espartana volviendo al régimen establecido por el legendario Licurgo. El plan de Agis consistía en expropiar las tierras de la oligarquía y dividir las tierras confiscadas en 4500 klêroi que pasarían a manos de los “inferiores” y de periecos que hubiesen recibido una “buena educación”; los nuevos propietarios pasarían a engrosar las filas de la ciudadanía espartanas. Esto permitiría restablecer un ejército basado en ciudadanos-guerreros y no en mercenarios. También se proponía restablecer antiguas instituciones y costumbres, especialmente los syssítiai y la agogé. En un primer momento, Agis intentó realizar estas reformas utilizando la vía legal: presentó a la Gerousía dos proposiciones de ley para abolir las deudas y repartir las tierras; las propuestas fueron aceptadas. Pero la puesta en práctica encontró la oposición de los éforos, hasta tal punto que Agis se vio forzado al uso de métodos ilegales: depuso a los éforos y nombró a otros por su propia autoridad. Más tarde armó a sus partidarios y estableció un régimen de terror contra la oligarquía; durante este periodo aplicó la ley sobre las deudas y quemó todos los títulos de los acreedores en la plaza pública. Cuando el demos exigió el reparto de tierras, Agis vaciló, y la deseada distribución quedó en suspenso. El pueblo se consideró traicionado y dejó caer a Agis en manos de sus adversarios; aunque buscó refugio en un templo, los éforos lo prendieron y decapitaron, era el año 241 a.n.e.. El gobierno de la oligarquía quedó restablecido.

Cleomenes III, que subió al trono en el año 235, continuó los proyectos de su antecesor Agis, pero fue más expeditivo en su ejecución. Formó un poderoso ejército mercenario y derrotó a la Liga Aquea. Habiendo así fortalecido su posición en el exterior, regresó a Esparta y dio un golpe de estado: acuchilló a los éforos y sus sillones fueron tirados a la calle en señal de abolición de la magistratura más odiada por el demos y los arqueguetas; suprimió la Gerousía; ejecutó a una parte de los defensores de la oligarquía y desterró al resto. Tras la victoria política, hizo la revolución, decretó el reparto de las tierras expropiadas y concedió la ciudadanía a cuatro mil laconios. Esparta se convirtió en un foco revolucionario, los demos del Peloponeso intentaron seguir el ejemplo y la ayuda de Cleomenes para lograr la abolición de sus deudas y el reparto de las tierras. Para conjurar el peligro de tales insurrecciones, las oligarquías peloponésicas no dudaron en pedir ayuda al rey macedonio. Aqueos y macedonios vencieron a Cleomenes en Selasia (221 a.n.e.); el rey huyó a Egipto, y en Esparta fueron anuladas las reformas y restablecida la oligarquía.

Sin embargo, la oligarquía no podía sostenerse y hubo grandes perturbaciones. Un año, tres éforos favorables al partido popular acuchillaron a sus dos colegas; al año siguiente, los éforos fueron partidarios de la oligarquía, el pueblo tomó las armas y los decapitó a todos.

La crisis revolucionaria tomó nuevas dimensiones cuando se unieron los “inferiores” a los ilotas. El año 207, el demos adoptó un nuevo tirano, Nabis, que se puso a la cabeza de los desposeídos y los condujo a la victoria sobre la oligarquía. Nabis concedió la ciudadanía a todos los hombres libres, elevó a los periecos al mismo rango que los espartanos, emancipó a los ilotas, desterró a los ricos y repartió las tierras. El tirano estableció en Laconia un nuevo orden: reorganizó el ejército, reclutando a numerosos mercenarios; sometió a Mesenia, parte de Arcadia, y la Élida, se apoderó de Argos; formó una flota, con la que dominó todas las islas que rodeaban el Peloponeso y extendió su influencia sobre Creta.

La Liga Aquea logró que Flaminio, en nombre de Roma, declarase la guerra a Nabis. Diez mil laconios, sin contar a los mercenarios, tomaron las armas para defender al tirano. Vencedor Flamino, redujo su poder, dejándole reinar en Laconia. Nabis fue asesinado más tarde por un etolio, pero su muerte no restableció el antiguo régimen.

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